viernes, 3 de mayo de 2013

(15) Vaylats-Cahors (24,1 km.)

Como las monjas nos citaron a desayunar a las 7 de la mañana, poco después de las 8 estábamos en ruta. Tampoco nos importó en exceso: acostándonos temprano hay horas de sueño dabondo y tampoco es que el albergue invitara a permanecer más tiempo en la cama.


Otros atractivos para madrugar eran llegar pronto a Cahors, donde finalizaba la ruta este año, y también disfrutar con calma del parque natural por el que discurre el sendero durante la mitad del trayecto. Ambos los cumplimos. El caso es que como en este tramo no había pueblo alguno donde parar, pues ¡bingo!, directos a Cahors y a buscar un lugar donde disfrutar de la cena final.

Como se aprecia en las fotos (dejando a este simpático burro que nos topamos en una finca), el parque natural era un bosque de enorme extensión aunque con árboles (muchos robles) relativamente jóvenes.

Y así, con una sola parada para reponer fuerzas con viandas que portábamos, se fue pasando la mañana.

También la lluvia jugó un poco con nosotros, amagando con diluvios que no se produjeron. Pero claro, pon capa y quita capa, la molestia habitual en estos casos.

O quita y pon pantalón, depende de quien se trate.

En algunos momentos, el cielo estaba de verdad amenazante.

En el trayecto Ana pegó la hebra con un chico canadiense, bueno, canadiense es un decir: de origen italiano, nacido en Escocia y residente en Montreal. 

Venía desde Le Puy y su intención es llegar a Santiago de Compostela en unos 50 días. El chaval estaba un poco confundido: se había fijado un presupuesto diario de 10 euros y decía que no le llegaba. ¡Rapaz!, ¿Qué noticias llegarán de Europa a Norteamérica?. Cierto es que lo vimos dormir con las monjas pero quería saber si el tiempo en España le permitiría alguna vez dormir al raso....

Al final, sobre las 14 horas llegamos a Cahors, que sabíamos que cuenta con una amplia zona antigua. Esta fue nuestra primera visión desde el camino.

Sin embargo, solo detectamos dos joyas, o más bien una, el puente de Valentré, espectacular, sobre el Lot. Con tres torres defensivas y que se construyó en el siglo XIV a lo largo de 80 años. 

Tiene unos 20.000 habitantes y mucha historia a sus espaldas. También una importante actividad antinazi durante la segunda guerra mundial, como Juanma se encargó de comprobar en el Museo de la Resistencia, que esta vez sí visitó.

Y tras este posado de Álvaro, el puente histórico para que os lo imaginéis bien.






Y debajo la catedral, que nos habían recomendado en la oficina de turismo pero nos decepcionó. Una extraña configuración y dos extrañas cúpulas centrales, además de una especie de interior de teatro (a la izquierda de la foto) que nos dejó bastante perplejos. Un conjunto con todo tipo de mezclas y pretensiones arquitectónicas. Nada que ver con las abadías de Conques o Figeac, algo que nos callamos para nosotros allí y que solo ahora dejamos aflorar en el blog.

La misma impresión nos ofreció el claustro de la catedral. Oficialmente éste era un "jardin secreto", pero no le vimos nada especial.

Y tras unos paseos por la ciudad, por lo demás muy agradable,

Alguna que otra caña en las terrazas,

y una estupenda cena en un restaurante pegado al Palacio de Justicia (en la imagen el plato de carne que al alimón se zamparon los dos que todos imagináis...)

Nos despedimos hasta la siguiente ocasión los diez que nos confabulamos esta semana para disfrutar del camino y de la mutua compañía.

A saber:
El grandullón de Jaime que tanto nos hizo reir, como siempre, a base de xoubas y organizaçao.



La inquieta de Beni que a pesar de que no tuvo su mejor momento de salud mantuvo el tipo  como el que más.
Mariajo, nuestra tesorera sin par. No se le escapa un moroso/a ni de casualidad.



Ana, al frente de la "organizaçao" previa al camino, un término muy manido estos días, xunto con las xoubas, pero os quedaréis con las ganas de saber por qué. Es muy particular e incluso delicado, "y lo que se habla en el camino queda en el camino".
Nuestro dispuesto chofre, la alegría de la huerta. Impagable su contribución.
Feli, incansable como nunca, sus duracell y su risa contagiosa no tienen fecha de caducidad.


Trini Walker, es difícil pillarla sentadita: la pulga Benito. El mejor fondo físico de todo el grupo.

Alfonso, andarín y muy eficaz al chinchimonis (pero no fue el único, que conste).

Álvaro, el hombre de las estadísticas, siempre atento a los pequeños y a los grandes detalles.

Y de cierre el que suscribe, intentando dejar constancia para alguna posteridad de lo bien que lo pasamos. Un poco tocado por la espalda pero resistiendo.


jueves, 2 de mayo de 2013

(14) Cajarc-Vaylats (33,4 km.)


El día en que salimos de Cajarc hacia Vaylats, con nada menos que 34 kilómetros por delante, sabíamos, intuíamos o teníamos la certeza de que ninguno de nosotros iba a hacer el camino en su totalidad.

Pero también que no existía alternativa, ya que no había ningún sitio antes donde pudiéramos alojarnos tantos peregrinos. Así que de una u otra manera teníamos que llegar al Monasterio de les Filles de Jesus de Vaylats, que aún encima se encuentra algo más de un kilómetro fuera del camino. Desde allí nos quedarían solamente 24 kilómetros hasta el punto final de nuestra andadura de este año: Cahors.

 
Enfilamos de buena mañana y descansados el camino por la ribera alta del Lot, muy fotogénica ella,  solamente seis caminantes.
Beni arrastraba un gripazo que la trajo de cabeza toda la semana y Fely la acompañó con la intención de unirse en la segunda parte, a partir de los 18 kilómetros, en Limogne.

Por añadidura, la reina de las andatrices, también conocida por Trini Walker, prefirió visitar al médico para ponerse la antitetánica, pues había tenido un pequeño percance con el sempiterno alambre de espino que cierra todas las fincas lindantes con el camino. Le pusieron la vacuna pero la cosa pintaba bien. 

Así que caminó también los últimos kilómetros, aunque sin duda le supieron a poco.

El tiempo resultó ser el mejor de todos los días: algo soleado sin exceso de calor y nada de lluvia. Afortunadamente nos liberamos del barro que nos torturó bastante en las jornadas anteriores.


El paisaje, como siempre, y el camino, como casi siempre, con muchas piedras que si bien se llevan bien al principio del día, se clavan como agujas en los finales de etapa.



Éso sí, las fotos son chulísimas.

Cerca de Limogne, empezamos a ver las primeras casas.

Limogne no es un pueblo muy grande aunque tiene de todo, hasta una tienda en la que venden desde juguetes a "artículos funerarios" o regalos. Cuestión de diversificar.
 
Como sabíamos que al día siguiente no tendríamos ningún pueblo ni lugar donde tomar nada hasta la llegada a Cahors, hicimos una pequeña compra con lo más sustancial para aguantar hasta la cena temprana que esperábamos celebrar a base de fruta, nueces y alguna lambonada. Para ello buscamos los porteadores adecuados, aunque en honor a la verdad hay que decir que estaban un poco fatigados, por lo que decidieron echarle imaginación al simple acto de acarrear dos bolsas del supermercado sin riesgo para su integridad.

Fue en Limogne donde se cambiaron las tornas: después de un pequeño refrigerio en un bar agradable se quedaron cuatro de los seis que habían salido de Cajarc, considerando que 18 kilómetros no estaban mal para el día de hoy.  


Alvaro y Jaime siguieron hasta Varaire y Fely y Trini se unieron y llegaron a Bach. Así que cada cual optó por lo que le dió la gana según lo que su cuerpecito serrano le pidió que para eso hay "voiture d'appui".
Esta es la iglesia de Varaire.
y lo que parece ser un curioso lavadero. Por la zona pasaba una antigua vía romana.

Este es el imponente monasterio de les Filles de Jesus, donde hay mucha más gente que en el resto de Vaylats.

Allí teníamos reservado alojamiento, con cena y desayuno, pues en todo el pueblo no había más que un pequeño bar en la plaza que visitamos antes y después de cenar. Todas las sores que vimos eran mayorcísimas, incluso creemos que tienen una especie de residencia de ancianas.


Al llegar nos atendieron dos mujeres que no sabemos si eran monjas o más o menos, desde luego muy lerchas. No es que no fueran amables pero tenían un cierto ramalazo castrense. Pusieron problemas porque faltaba una credencial pero después de que pagáramos la cuenta, ya resultaron más amigables. El caso es que el precio era francamente barato, 26 euros. Lo que nos pareció excesivo es el "cargo" por alquilarnos unas sábanas del año catapún y unas toallas que, más que tales, eran, por su tamaño, simples trapos de cocina. Bueno pues nos clavaron nada menos que 8 euros cuando en la abadía de Conques fueron 4. Hay que decir que tuvimos que hacer virguerías para secarnos todo el cuerpo.... Eso sí, hay que reconocer que la cena, a las 7 de la tarde por supuesto, fue francamente rara pero no estuvo mal: una especie de crema de zanahoria, ensalada de apio, salchichas con lentejas y un cornete de helado de postre... también nos pusieron vino y... bueno, de momento nadie falleció. Había muchos peregrinos, como corresponde a un enclave como éste, sin ninguna otra posibilidad de alojarse en la jornada previa a Cahors.


Las habitaciones eran dobles, bastante grandes y también un poco extrañas, con un olor mezcla de vetustez y humedad. A alguno le tocó esta frikilámpara, a la que sólo le faltaba el pececito.
 
Pero problema ninguno. Todo son experiencias nuevas en el camino y, finalmente, el chofre (o el indocumentado sin credencial) ligó (sólo un poco) con la que al principio estuvo a punto de dejarlo directamente a dormir al raso. 
 
Después de cenar y de que nos anunciaran que el desayuno era sí o sí a las siete de la mañana, arrastramos nuestros pies al bar del pueblo donde se volvió a jugar la consabida partida de chinchimonis. Este año hemos echado mucho de menos a los que no han podido venir pero en especial a la Reina Mora a la que queremos comunicar que ni una sola vez nos ha dado por comentar nada del segundo nombre de su ya próximo vastaguito.....todo se andará. Besotes.