miércoles, 1 de mayo de 2019

(29) Miramont-Fichous Rioumayou (26,7 km)


Una vez más (la cuarta) disfrutamos la curiosa sensación de llegar a la localidad donde acabamos el camino la vez anterior para reiniciarlo allí. Rememoramos cómo fue el final de aquella etapa (dos años antes) y nos preparamos para iniciar una nueva ruta, ahora sí llegando a Saint Jean Pied de Port, punto final del recorrido.

Foto de 360 grados en la furgoneta, camino ya de Miramont con Beni al volante

La organización de esta semanita de ocho días para finalizar el Podiense fue lo laboriosa de siempre. Finalmente fuimos once los implicados tras los cambios forzados por un asunto tan ajeno al Camino como las elecciones generales. Sorpresivamente convocadas para el 28 de abril, nos obligó a modificar la fecha del 27 de ese mes para iniciar la ruta debido a la profesión de alguno de los participantes. También a retocar la planificación de albergues, nuevos billetes de avión en algunos casos... en fin, cosas del directo.
A Miramont llegamos en dos coches por separado. Una furgoneta viajó desde Vigo por el norte para recoger a tres viajeros en el aeropuerto de Bilbao y el segundo vehículo lo hizo por Ourense. A media tarde del 30 de abril estábamos todos en este minúsculo pueblecito francés.


Por supuesto, pertrechados de viandas por si algún caminante desfallecía.


Nos instalamos en la magnífica Maison du Bos, una espléndida casa rural. En el pasado había sido una granja que en el año 2000 se mostraba abandonada y en ruinas, como prueban las fotos que exhiben en el comedor, y que recuperaron con gusto Corinne y Fabrice, nuestros anfitriones.


Buena rehabilitación de una antigua granja para uso turístico.


Puede verse el espléndido comedor, unido por el arco a la cocina, y en la foto de abajo una de las habitaciones. En la rehabilitación se ha mantenido el toque agro, pero con un detalle y una armonía que sorprenden.


En la foto inferior, una vista de la enorme suite que disfrutaron O'Neal y Manolo.


En cualquier caso, debió ser una granja potente, de gente importante, como puede apreciarse desde el exterior, donde cultivan un huerto estupendo.

Magnífico huerto con la casa al fondo
Celebramos la primera asamblea para decidir los detalles de la marcha del día siguiente y enseguida nos fuimos a cenar.

Por su amplitud, mobiliario y decoración, el comedor resultó cómodo y agradable.


En el plano gastronómico la cena superó las expectativas, lo que ocurriría en más ocasiones a lo largo de la semana. Habíamos contratado media pensión (alojamiento, cena y desayuno) al precio de 55 euros persona. El menú consistió en sopa, guiso de carne de cerdo con arroz y ensalada de la huerta, repitiendo a placer ambos platos, y tarta de manzana.

Detalle del desayuno a la mañana siguiente

Al acabar, los de siempre iniciamos nuestra particular liga de chinchimonis (o chinos) pertrechados con una copita de armagnac quien así lo quiso. Durante la semana el campeonato se puso tenso con la incorporación de varias jugadoras, pero de los resultados no se puede hablar, que lo que pasa en el Camino... se queda en el Camino. Solo decir que dio mucho, pero que mucho, juego.

Foto de despedida con Corinne y Fabrice

A la mañana siguiente, tras un refrigerio en condiciones, en línea con la cena precedente, y sin madrugón alguno (teníamos todo el día para la caminata), foto de familia con los hospederos antes de ponernos en marcha.


Ante nuestra vista, los Pirineos con sus grandes cumbres con nieve, un paisaje impactante que nos acompañaría durante la ruta.

Cartel que indica las cumbres de la cadena de los Pirineos
Un cartel en  el punto de salida sitúa Miramont Sensacq en el mapa, a no demasiada distancia de Pau, y un poco más allá, Lourdes.


Y sin más dilaciones iniciamos la primera andaina con un día estupendo, soleado, aunque con previsión de lluvia para jornadas posteriores.

Sólo 963 kms para Santiago

Con frecuencia aparecían los indicativos del Camino y la distancia a Compostela, aunque nosotros solo llegaremos a Saint Jean, que el resto ya lo hemos hecho y por varias rutas.


Nos las prometíamos muy felices con el perfil del camino. Saliendo a 212 metros de altura y llegando a 245 no parecía que hubiera dificultad alguna ni motivo de preocupación. Así fue, pero aunque no es O Cebreiro ni el Alto del Perdón tiene su enjundia. Y es que se bajan en un rato 80 metros, y se vuelven a subir a continuación siguiendo el modelo rompepiernas o rompepiés, según se vea.



A 5,8 kilómetros nos encontramos una bonita iglesia, que pudimos visitar al encontrarse abierta.


 Sobria, con escaso ornamento, nos llamó la atención la cubierta de madera del ábside, que por su diseño parecía construida por un carpintero de ribera.

Recreación artística en la pared del albergue.

Unos pocos kilómetros después llegamos a la histórica Pimbo, una pequeña localidad con muchas incidencias en el último milenio.

Portada de la colegiata de Pimbo

En ella destaca su colegiata ya que el castillo y las murallas fueron destruidos en el siglo XVI. Un cartel indica que en Pimbo confluyen dos caminos de Santiago, el nuestro y el de Vezelay, que parte de París.


Caminamos bastante rato bajo árboles lo que hacía más llevadero el paseo. A la salida de Pimbo vimos de nuevo el valle con los Pirineos nevados al fondo. Sin embargo, poco antes de llegar a Arzacq desaparece el arbolado y cambia el paisaje, principalmente campos de cultivo.



Sentimos mucho más el calor en pleno mediodía y sin cubierta vegetal.



Teníamos prevista la parada de avituallamiento y descanso en Arzacq y así lo hicimos. Los compañeros que no caminaban habían localizado una pizzería (Ne Pizza) donde tomamos un ligero y reconfortante almuerzo.


A alguno le aprovechó más el descanso que el condumio.


Un curioso cartel advierte al peregrino en este pueblo sobre los riesgos de no cuidar convenientemente sus pies. En muchos años en la ruta nunca habíamos visto este consejo, que previene que sin pies en buen estado es imposible recorrer los 910 kilómetros que restan todavía hasta Compostela.


Salimos de Arzacq para cubrir los últimos diez kilómetros del día con solo un pueblo en la mitad: Louvigny. Los primeros cinco más llevaderos; los segundos, una sucesión de subidas y bajadas con abundantes cantos rodados.


Si bien no hay localidades grandes en la ruta, menudearon las granjas y molinos.
A lo largo del día, y en los siguientes hasta Saint Jean, comprobaremos que, si bien no somos los únicos peregrinos, tampoco hay excesiva presión. Pese a ello, es evidente que se producen disfunciones. 


Y  como prueba, el cartel, casero sin duda, con el que un paisano ha protegido sus campos. Obviamente, si lo pone por algo será.

Ya cerca de la meta, dos de los ruteros decidieron darse una carrerita a ritmo militar para sorprender al grupo, que eligió ignorarlos.

Curiosa marquesina-biblioteca

Junto al cartel de los pies, la segunda sorpresa del día fue una marquesina de autobús en la que habían instalado una repisa con libros y el símbolo del Camino, disponible para quien quisiera hojearlos. Otra novedad.


Cubrimos la parte final y llegamos a destino antes de las cinco de la tarde, poco más de siete horas después de salir. Nuestro cuentakilómetros señalaba 27,1 km.


Nos alojamos en la Ferme La Houn Lacoste, otra granja solo que esta en uso agrícola explotando bastantes hectáreas de cultivo. Aparente por fuera, por dentro el inmueble precisa una evidente reforma ya que su mobiliario, los baños y la distribución no son adecuados, mayormente cutres. En cambio, su exterior es muy agradable y también su propietario. Señalar que, a cambio, el precio era inferior al de Miramont, 45 euros por persona.

Aperitivo antes de cenar con Jean Michel y el resto de los peregrinos
Jean Michel (en el centro, con jersey naranja) piensa jubilarse en un par de años, pero con la idea de seguir solo con el albergue. Antes de cenar nos ofreció un aperitivo de vino blanco para los dieciocho alojados (además de nosotros, una portuguesa, una americana de Oregón y franceses). La cena fue buena, muy similar a la del día anterior en cantidad y en los platos (sopa, ensalada, carne con guarnición de verdura, queso y la tarta de manzana) en un salón amplio y familiar con muchos instrumentos musicales. Nos explicó que su hijo es músico y que su orquesta ha tocado en Santiago de Compostela.


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