martes, 30 de abril de 2013

(12) Livinhac le Haut-Figeac (24,7 km.)


En Livinhac tuvimos habitaciones al uso pero una especie de comedor para el desayuno del día siguiente. 
 
Lo utilizamos con tranquilidad,bastante relajados, y vuelta a nuestro quehacer, andar y andar el camino.


La comodidad un tanto heterodoxa pero cada vez más inevitable del coche de apoyo obliga al diario ejercicio de encajar las mochilas. Y es curioso, somos como la mayoría, y la mayor periodicidad de esta práctica no va unida a un incremento de la eficacia. En otras palabras, que todos los días discutimos sobre el mejor modo de hacerlo con un resultado harto discutible.


Lo que no nos ofrece dudas es que el personal del Ayuntamiento de Livinhac (y el de otros pequeños concellos que hemos atravesado) o bien está compartido y trabaja en más de uno o bien cobra un salario reducido o, la opción menos probable, tienen un horario de ensueño de... ¡DIECISIETE HORAS A LA SEMANA! (que Rajoy no se entere que puede empezar a plantearse nuevas putadas).


Pero bueno, menos disgresiones y a lo nuestro, que para llegar a Figeac hay que trabajar al menos el doble de la jornada de los funcionarios liviñacenses o como se diga. Por tanto, foto de familia, y a la ruta.

Hubo ratos de lluvia, y muchos, en el día, pero lo peor fue el barro. Caminamos por caminos enlodados, enlamados o como queráis describirlos, hasta el punto de que las botas eran todas del mismo color amarronado.

Por lo demás, seguimos admirando el paisaje.

Felices de poder extasiarnos ante maravillas tan sencillas y complejas a la vez como estas mamás vacas tan lozanas y majestuosas con sus terneritos, aunque más de uno sólo ve en ellos unos magníficos chuletones.



O unos sencillos pozos, de los que vimos unos cuantos y todos cerrados.



Avanzada la mañana nos topamos con el lago de Guirande, atravesado por el camino en el que un rebaño de vacas se reflejaban en el agua. Un espectáculo.

Y a última hora de la mañana, ventajas de la organizaçao que preside esta ruta, y que tanto mentamos, nuestro querido chofre (derivación de la castellana chófer, que nos parece demasiado sencilla), Manolo para los amigos, había concertado un almuerzo sencillo en La Grange de Bord: caldo, tortilla de huevos caseros y compota con yogur, todo muy bueno.
 
Un matrimonio tiene montado este sencillo accueil y allí comimos un montón de gente. Son los únicos en esta etapa y nos trataron estupendamente. Tienen también dos habitaciones para acoger al personal.



Comimos al aire libre, aunque bajo cubierto, e incluso tuvimos unos minutos para hacernos una idea del placer que suponen determinadas siestas, pero claro, todo quedó en eso ya que el camino nos esperaba y estaba muy pendiente de nosotros.


A la salida de Saint Felis, encontramos esta curiosa poesía.




Y llegados a Figeac, la sorpresa. 

Nadie tenía idea de que íbamos a terminar la etapa en una villa con semejante historia a sus espaldas y que además es Patrimonio de la Humanidad.


Teníamos reservado hotel en la plaza central, la de Champollion o la de las "Castanhas" (sic). Encantadora.
 
El hotel Champollion, por supuesto, que también fue un descubrimiento: amabilidad y habitaciones de calidad. Y pese a las callejas de esta villa, pudimos llevar nuetro megacoche hasta allí para descargar las mochilas, y después nos enviaron a un párking, público, gratuito y no demasiado alejado, para estabularlo. 

Hemos visto docenas, centenares quizás, de glicinias, pero como la de la plaza central de Figeac, pocas. ¿no creéis?



También sorprende la abadía de Saint Sauveur de Figeac, de gran belleza y atractivas vidrieras, construida entre los siglo XI al XIII (alguna guías situan la abadía en el 893 y dejan la consagración de la gilesia para el XI).

Y en la imagen inferior estamos junto al museo de Champollion, pisando una representación de la Piedra Roseta que utilizó el mentado para descifrar los jeroglíficos egipcios. Y lo hizo con rapidez pues el hombre vivió solo 42 años y en ese escaso margen tuvo ocasión de pasar a la historia.

El centro histórico es muy amplio y su conservación impecable. Dicen las guías que se convirtió en un nudo comercial ya en el siglo XII y también en un punto de referencia para los peregrinos del Camino de Santiago.

"El centro histórico de Figeac ofrece un paisaje de una armonía única. En él se vive, se trabaja, se hace la compra. Ese cálido ambiente acoge un conjunto extraordinario de casas y palacios urbanos que datan de la Edad Media, construidos entre los siglos XII y XIV por los ricos comerciantes de la ciudad.En las fachadas de gres de las galerías medievales de tiendas con «soleilhos» (desvanes abiertos) donde se secaban los frutos, se puede leer la evolución de la arquitectura de la Edad Media hasta nuestros días" dice una guía de esta villa.

Hoy día a su prosperidad contribuye también la fábrica de componentes de aviones radicada en el municipio.Dimos unas vueltas por el pueblo, que nos encantó, aunque por mor de los horarios no pudimos ver el museo de Champollion (Fely lo lamentó mucho) y Juanma también se perdió el de la Resistencia, que localizó al día siguiente justo a la hora de partir. Cuestiones de la premura y excusas para regresar algún día.

Y lo dicho, cenamos bien en un restaurante de comida regional que nos recomendaron en el hotel. Y al acabar, encabezados por Manolo, parte de la parte masculina del grupo se acercó a una cafetería a presenciar el Real Madrid-Borussia, por aquello de que creían en los milagros. Como era previsible, el 4-1 del partido de ida fue irrevocable. Consecuencia, volvieron calladitos al hotel..... (la imagen relajada de Manolo es anterior al partido, of course).


lunes, 29 de abril de 2013

(11) Conques-Livinhac le Haut (24,2)

Los días son primaverales-malos, esto es, cambiantes, con nubes instaladas y chubascos a ratos, pero es lo que hay y no demasiado malo para andar.
Antes de salir devolvimos la enorme bolsa de plástico que nos entregaron a cada uno al llegar. Su destino: meter dentro la mochila para que no tuviera contacto con el suelo ni con mueble alguno. Nos explicaron que intentan evitar que se repita la plaga de chinches ("punaises" en francés), y es una medida en este sentido. Fue una sorpresa y en algún otro lugar leímos algo sobre estas punaises, pero fue el único sitio donde hacen esto.
 
Un poco antes de las 9 nos hicimos la foto familia previa a iniciar la caminata, claro, lo hicimos ante el famoso tímpano de la fachada principal donde se representa el Juicio Final con 124 personajes. A la izquierda los elegidos y la derecha los pecadores, y las diferencias entre unos y otros son evidentes.
Raboneamos un poco en la salida por aquello de dar un último vistazo a este pueblo tan espectacular.

Pero a los pocos minutos enfilamos la salida por una cuesta sin fin que nos llevó al fondo del valle.


Tiene una gran pediente, es casi eterna y en muchos tramos las lajas de pizarra están de perfil, lo que sirve para limitar el riesgo de resbalar, que aún así persiste.
En la base, un río con puente romano... y la operación inversa: subir y subir para equilibrar la cosa y alcanzar la cresta de la montaña de enfrente. 

En apenas 3 kilómetros bajamos 200 metros y luego subimos a unos 500 en una dura y embarrada cuesta. Sudamos de lo lindo.



Llegados arriba una vista espectacular de Conques y, un rato antes de la cumbre, una pequeña capillita donde todos nos recreamos con el paisaje y , de paso, tocamos la campana.


A partir de este punto y durante un rato la etapa se suavizó algo y disfrutamos del camino aunque también hubo, quizás, demasiado asfalto.


Lo que en el plano de la etapa venía marcado como pueblitos en realidad eran unas casitas tipo granja en las que nunca vimos a nadie.


Un rato más tarde cruzamos el Lot, y la operación fue similar a la salida de Conques: importante descenso y de nuevo una subida muy pendiente por un camino embarrado.


Superado este obstáculo natural llegamos a un pequeño pueblo llamado Prayssac (luego Juanma se enteraría de que allí viven solo tres familias) en el que sabíamos que existe un "accueil", un sitio de acogida para peregrinos. Te ofrecen cafe o zumos a cambio de la voluntad en una especie de antiguo establo sin reconvertir, pero fueron muy amables.
Allí Juanmna decidió quedarse (está haciendo sólo medias etapas) para que lo recogiera Manolo, que está a cargo del coche-escoba), pero la operación no fue nada sencilla: no había cobertura y Jean Luc, el hospedero, le daba indicaciones desde el exterior para llegar a este punto ignoto que no figura en ningún mapa.

Al final Juanma estuvo allí casi dos horas, Manolo llamó media docena de veces (Juanma casi agotó su batería) y al final hubo encuentro.


A partir de aquí se plantearon a los caminantes dos alternativas: la ruta de las crestas, recomendada por Jean Luc, o la oficial, bajando y subiendo. 

Eligieron la primera, pero al no estar señalizada surgieron problemas y en ocasiones anduvimos campo a través...

...a veces hubo quien se decidió por los atajos y la vuelta al sendero oficial no siempre resultó sencilla.


Según avanzaba la jornada fuimos conscientes del error de no aceptar el pic-nic que nos ofrecieron en la abadía de Conques para almorzar. Contábamos con tomar algo en cualquiera de los pueblos que atravesáramos, pero no hubo pueblo y por tanto tampoco almuerzo.


Cuando al final vislumbramos Livinhac estábamos desfallecidos y la lluvia tampoco contribuía a animarnos, pero nada que un rato de descanso y la cena no pudieran arreglar.
Nos alojamos en una casa muy agradable, toda para nosotros, justo al lado de la Mairie. El pueblo por lo demás, sin el menor interés. Cenamos en el restaurante de al lado bastante bien y volvimos a jugarnos las copas a los chinos.....
Como curiosidad, lo que les ocurrió a mediodía a  Juanma y Manolo mientras almorzaban: ojearon en el restaurante el periódico regional, La Depeche du Midi, y la noticia principal de su portada (dentro ocupaba en su totalidad las páginas 2 y 3) era la crisis de España con el paro, la recesión, la delicada situación de la Monarquía, la corrupción, etcétera. Ni estando fuera pudimos olvidarnos del drama que atravesamos.


domingo, 28 de abril de 2013

(10) De Golinhac a Conques (20,1 km.)


 El año pasado lo dejamos en Golinhac, aunque nuestra intención inicial era llegar a Conques, una villa medieval de reconocida y justa fama,pero no daban las cuentas, los kilómetros y las etapas, claro.
 Así que este año, el segundo en la Vía Podienses, la ruta estaba clara: la primera, de Golinhac a Conques. El sábado 27 de abril los diez esforzados peregrinos de esta escapada nos juntamos en Oporto para el viaje en avión a Toulouse.
Antes, por si acaso, almorzamos un buen bacalao en un restaurante junto al Duero.

 Del viaje en avión, recogida del coche de alquiler en el aeropuerto de Toulousse, desplazamiento a la ciudad (divididos, que el coche solo admitía siete pasajeros) y noche en el Hotel des Ambassadeurs, nada especial que contar. El alojamiento está al lado de la estación de tren no por casualidad y el ambientillo del área es el habitual en grandes ciudades junto a sus terminales ferroviarias. De hecho, por la mañana, cuando nos íbamos, un trasnochador joven, muy educado él, se puso a orinar en la puerta misma del hotel, enfin, cosas del directo....
 Nos hizo ilusión regresar a la placita de Golinhac donde terminamos un año antes.
Manolo y Beni se acercaron hasta Rodez a recoger a los cuatro que habían venido en tren desde Toulouse. Esta vez el bar restaurante único estaba abierto y una vez reconfortados empezamos la marcha.

 El día estaba cubierto y amenazaba lluvia, pero no llegó a producirse.
La primavera estaba en su esplendor, todo verde, con flores y un paisaje maravilloso. De cine. Una vez más, estábamos en el Camino.


 La parada técnica para repostar correspondía hacerla en Espeyrac, una villa agradable e histórica,
pero en el único bar restaurante prácticamente nos echaron de malos modos. Nos sentó muy mal y decidimos dar todos los datos posibles en el blog para que quede constancia. Se trata del hotel de la Vallée, el paraíso de la rigidez y la descortesía, dos cosas que al peregrino le repelen, sobre todo teniendo en cuenta que la señora sabía de sobra que en el pueblo no había ningún otro sitio donde tomar nada. Pues nada, ni siquiera una cervecita o un bocatilla.
Al final casi fue una suerte, seguimos unos kilómetros hasta Sénergues y allí dimos con el establecimiento frente  al Spar, a pocos metros de la iglesia, en el que una gente amabilísima nos trató muy bien y donde disfrutamos del tentempié.
Confraternizamos y hasta le cantamos el cumpleaños feliz a un niño que lo celebraba con su familia.
Fue una cosa sencilla, quesos y fiambres "de la campagne" que nos supieron a gloria.

Por el camino nos sorprendió ver en una finca unos rebaños de búfalas, un bicho bastante feo que no encaja con los prados del midi francés, pero allí estaban a su aire. 



A lo largo de la jornada el paisaje fue muy chulo, como se puede ver en las imágenes.
En los primeros días, el barro fue nuestra compañía dejándonos las botas como deben estar: hechas unos zorros.



Y al final de una vertiginosa bajada, llegada a Conques, un sitio mágico.

 La abadía de Saint Foy es una iglesia enorme de gran interés .

Nos alojamos en el albergue del recinto, contratando una habitación para los diez, aunque al final estaba a tope y nos acoplaron a una peregrina francesa.
Peor para ella por los "gonfleurs" del grupo (roncadores), que los hay en abundancia.


En el albergue revivimos otros tiempos del Camino cuando usábamos de estos alojamientos. Nos reímos un buen rato.

De la villa medieval, nada que decir. Basta con las fotos y el dato de que ya existen referencias desde el siglo V. Pasear por sus calles es un placer, como si estuviéramos en el escenario de "El nombre de la Rosa".


 El precio fue barato, 31 euros persona alojamiento, cena y desayuno, pero la cena como que dejó mucho que desear. Éramos más de cien y al día siguiente supimos que los hosteleros de la zona consideran al albergue competencia desleal.




Por la noche hasta escuchamos un rato de concierto de música en la abadía antes de recogernos.
Hacía frío y estábamos cansados, aunque al final no había diluviado como se anunciaba.


Dimos un buen paseo y nos jugamos al chinchimonis (a los chinos) las copas... pero no se dice quien perdió, que lo del camino queda en el camino. 



Cayendo ya la noche nos retiramos a nuestro aposento. Llevábamos un día complicado desde la salida de Toulouse por la mañana y el cansancio se hacía notar.