El año pasado lo dejamos en Golinhac, aunque nuestra intención inicial era llegar a Conques, una villa medieval de reconocida y justa fama,pero no daban las cuentas, los kilómetros y las etapas, claro.
Así que este año, el segundo en la Vía Podienses, la ruta estaba clara: la primera, de Golinhac a Conques. El sábado 27 de abril los diez esforzados peregrinos de esta escapada nos juntamos en Oporto para el viaje en avión a Toulouse.
Antes, por si acaso, almorzamos un buen bacalao en un restaurante junto al Duero.
Del viaje en avión, recogida del coche de alquiler en el aeropuerto de Toulousse, desplazamiento a la ciudad (divididos, que el coche solo admitía siete pasajeros) y noche en el Hotel des Ambassadeurs, nada especial que contar. El alojamiento está al lado de la estación de tren no por casualidad y el ambientillo del área es el habitual en grandes ciudades junto a sus terminales ferroviarias. De hecho, por la mañana, cuando nos íbamos, un trasnochador joven, muy educado él, se puso a orinar en la puerta misma del hotel, enfin, cosas del directo....
Nos hizo ilusión regresar a la placita de Golinhac donde terminamos un año antes.
Manolo y Beni se acercaron hasta Rodez a recoger a los cuatro que habían venido en tren desde Toulouse. Esta vez el bar restaurante único estaba abierto y una vez reconfortados empezamos la marcha.
El día estaba cubierto y amenazaba lluvia, pero no llegó a producirse.
La primavera estaba en su esplendor, todo verde, con flores y un paisaje maravilloso. De cine. Una vez más, estábamos en el Camino.
La parada técnica para repostar correspondía hacerla en Espeyrac, una villa agradable e histórica,
pero en el único bar restaurante prácticamente nos echaron de malos modos. Nos sentó muy mal y decidimos dar todos los datos posibles en el blog para que quede constancia. Se trata del hotel de la Vallée, el paraíso de la rigidez y la descortesía, dos cosas que al peregrino le repelen, sobre todo teniendo en cuenta que la señora sabía de sobra que en el pueblo no había ningún otro sitio donde tomar nada. Pues nada, ni siquiera una cervecita o un bocatilla.
Al final casi fue una suerte, seguimos unos kilómetros hasta Sénergues y allí dimos con el establecimiento frente al Spar, a pocos metros de la iglesia, en el que una gente amabilísima nos trató muy bien y donde disfrutamos del tentempié.
Confraternizamos y hasta le cantamos el cumpleaños feliz a un niño que lo celebraba con su familia.
Por el camino nos sorprendió ver en una finca unos rebaños de búfalas, un bicho bastante feo que no encaja con los prados del midi francés, pero allí estaban a su aire.
En los primeros días, el barro fue nuestra compañía dejándonos las botas como deben estar: hechas unos zorros.
Y al final de una vertiginosa bajada, llegada a Conques, un sitio mágico.
La abadía de Saint Foy es una iglesia enorme de gran interés .
Nos alojamos en el albergue del recinto, contratando una habitación para los diez, aunque al final estaba a tope y nos acoplaron a una peregrina francesa.
Peor para ella por los "gonfleurs" del grupo (roncadores), que los hay en abundancia.
En el albergue revivimos otros tiempos del Camino cuando usábamos de estos alojamientos. Nos reímos un buen rato.
De la villa medieval, nada que decir. Basta con las fotos y el dato de que ya existen referencias desde el siglo V. Pasear por sus calles es un placer, como si estuviéramos en el escenario de "El nombre de la Rosa".
El precio fue barato, 31 euros persona alojamiento, cena y desayuno, pero la cena como que dejó mucho que desear. Éramos más de cien y al día siguiente supimos que los hosteleros de la zona consideran al albergue competencia desleal.
Por la noche hasta escuchamos un rato de concierto de música en la abadía antes de recogernos.
Hacía frío y estábamos cansados, aunque al final no había diluviado como se anunciaba.
Dimos un buen paseo y nos jugamos al chinchimonis (a los chinos) las copas... pero no se dice quien perdió, que lo del camino queda en el camino.
Cayendo ya la noche nos retiramos a nuestro aposento. Llevábamos un día complicado desde la salida de Toulouse por la mañana y el cansancio se hacía notar.
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