sábado, 25 de abril de 2015

(21) Toulouse y punto final, sólo por ahora


Después de un paseo mañanero y muy agradable por Lectoure y una vez que llegó al hotel el taxi que habíamos concertado, con unas personas procedentes del aeropuerto de Toulouse, emprendimos camino hacia esta ciudad (la cuarta de Francia tras Lyon, Burdeos y París) con la intención de hacer lo que hicimos: llegar sobre las tres de la tarde, instalarnos en el hotel, en pleno centro,  y salir de inmediato a conocerla, localizando, a ser posible, un buen sitio para cenar.


Por el camino, el taxista, sociable y que hablaba algo de español, nos ilustró sobre muchos asuntos, por ejemplo, de que de la empresa Airbus dependen 20.000 empleos directos en la zona.
Llegamos al Hotel Heliot


Un hotel extraordinariamente ubicado con pocas habitaciones muy acogedoras (algunas de ellas con chimenea) y, sobre todo, muy limpias. No tiene grandes salones, bueno, ni pequeños, y tampoco ascensor pero esto no deja de ser un inconveniente menor.  El manager hablaba muy bien español y nos indicó también donde podíamos cenar, en plan cocina típica de esta zona de Francia.



Una vez instalados salimos de inmediato a tomar un tentempié  y a pasear por el centro, muy animado en la tarde sabatina.  



Enseguida empezamos a oir una retahíla de bocinazos cerca del ayuntamiento, donde se estaban celebrando bodas a destajo y a la salida se organizaban ruidosas caravanas de coches con gente sobresaliendo muy excitada por las ventanillas. 

Aprovechamos también para reservar en el restaurante donde íbamos a cenar, Huguette, que estaba bastante cerca, en la Wilson Place.



Las zonas peatonales/comerciales estaban animadísimas y atravesándolas nos dirigimos al convento de los Jacobinos.



La enorme iglesia fue construida en cuatro etapas a partir de 1230, que después continuaron a lo largo de los siglos XIII y XIV. 

 

Tiene una bóveda de 22 metros de altura, soportada por una columna estrellada de once brazos conocida como La Palmera.


El callejeo nos llevó también a la orilla del río Garona, con el que ya habíamos tenido contacto en la zona de Moissac. Por Toulouse también pasa el canal du Midi.


 
El de la siguiente foto es el llamado Puente Nuevo, que, paradójicamente, es el más antiguo de Toulouse, Tolosa en occitano, construido entre 1544 y 1632.


También estuvimos en el de San Pedro, un puente metálico construído en 1987 y con una longitud de 240 metros.


En la orilla, un ambientazo de jóvenes entretenidos en pasar la tarde lánguidamente dejándose llevar con refrescos,  cervezas y guitarras. Un plan de lo más reposado con una temperatura veraniega que invitaba a disfrutar del aire libre.



El restaurante nos lo había recomendado el encargado del hotel y cenamos bien, aunque, como la ciudad ese día, se llenó a rebosar.


Aunque no muy cansados, regresamos pronto al hotel... para la última partida a los chinos. Una de las habitaciones, la de Jaime, la transformamos en casino y allí nos despedimos de nuestro entretenimiento nocturno por esta vez.


Juanma, claro, levantó acta para la posteridad, aunque tampoco es que le fueran muy bien las cosas.


A la mañana siguiente teníamos tiempo hasta el mediodía, así que seguimos callejeando.  Visitamos en primer lugar la basílica de Saint Sernin, alrededor de la cual se había montado el típico mercadillo donde se venden las mismas cosas que se venden en todos los mercadillos del mundo y, mayormente, de manufactura china.




La basílica es, después de la de Cluny, la segunda más antigua de toda Francia (su construcción empezo alrededor del año 1040) y la más grande de Occitania. Aunque fue consagrada como basílica en el siglo XVIII, lo cierto es que ha sufrido un montón de procesos de restauración y reconstrucción tras otras tantas vicisitudes en forma de destrucción por guerras, incendios...etc.


Declarada Patrimonio de la Humanidad, al parecer se  construyó sobre la tumba de San Saturnino de Tolosa, el primer obispo de Toulouse, que fue martirizado en el año 250 con el singular procedimiento de ser arrastrado por un toro salvaje.


Justo donde cayó su cuerpo y pasó a mejor vida se levantó la iglesia de Taur, que también visitamos ,y que está a medio camino entre el Capitolio y Saint Sernin.


De nuevo buen tiempo y mucha animación en esta agradable e interesante a la vez que plana, orográficamente hablando, ciudad.


Aunque figura como capitolium no es más que el Ayuntamiento, que el día anterior no pudimos visitar por las bodas, pero el domingo era accesible.



Es un antiguo palacio, con un amplio patio. En Francia se habían celebrado elecciones municipales unas semanas antes y uno de los policías de guardia nos aclaró que el alcalde elegido era de derechas.



Los salones visitables están llenos de cuadros de gran tamaño.



Y las paredes decoradas con frescos. El lugar donde se celebran las bodas tiene el empaque necesario, como se puede ver en la foto siguiente.



Y desde allí, más callejeo y más iglesias.

Incluida su catedral, que semeja dos iglesias un tanto diferentes pegadas pero cuyo eje no coincide. Había misa de 12 y muy concurrida de familias numerosas.


Y con tranquilidad, caminando, de regreso al hotel. En la plaza del Ayuntamiento nos topamos con este cantante callejero con su organillo musical. No lo hacía mal.


Pendientes ya del vuelo, última caña antes del operativo para llegar al aeropuerto. 



Unos en el coche de alquiler con toda la impedimenta y los demás en tranvía. Sin problema. Y después, la despedida tras haber comentado otras opciones de viaje para octubre y el año siguiente. Se habló de la Toscana, de un recorrido hasta Extremadura en autocaravana (por aquello de entrenar para Nueva Zelanda 2017), del Loira en barco, de Cerdena, de.... en fin, mil y una opciones, pero seguro que alguna cae. El tiempo lo dirá. 


Nos quedan unas dos semanas de andadura para llegar a Saint Jean Pied de Port, nuestro objetivo inicial teniendo en cuenta que el camino completo, hasta Muxía, ya lo hicimos desde ese punto. Así que lo más probable es que en un futuro más o menos próximo volvamos a Toulouse y, por supuesto, a Francia para disfrutar nuevamente de su apabullante primavera...

viernes, 24 de abril de 2015

(20) Villeneuve-Lectoure (24,5 km), remate adelantado de la caminata

Amaneció con niebla y tiempo fresquito, lo que cual para paseantes es una bendición: garantía de que no se pasa calor y por lo tanto el cansancio es más llevadero. Por ese motivo estábamos un poco más abrigados que de costumbre.


Después de un desayuno estupendo a base de pan fresco, mermeladas caseras...etc, Renaud y Rose Anne posaron con nosotros para la imagen de partida y poco antes habíamos despedido a Michelle y Francienne, que pensaban hacer una etapa más larga. Hicimos bingo y nos juntamos los doce. 



Sin más incidencias, nos pusimos en marcha.



El camino de nuevo volvió a discurrir por sendas muy agradables a la vista: enormes sembrados que, suponíamos, y con razón, serían la envidia de los labriegos del minifundio habituales por nuestros pagos.


De lejos, en ocasiones, mansiones, castillos, palacios o similares daban un toque elegante al paisaje.


Atravesamos Flamorens casi sin detenernos, aunque tenía unas interesantes ruinas de un castillo y una iglesia, que padecieron un dañino incendio. 


El recorrido turístico, que no paradita, lo hicimos en Miradoux, a 4 km. del anterior. Entramos al cementerio, donde había un obelisco que pegaba poco en un camposanto, y una señora (que nos vigilaba desde fuera para saber que hacíamos allí) nos aclaró que un preboste local se lo trajo de Egipto en la campaña napoleónica, y allí sigue.


La señora en cuestión era la encargada de la iglesia, y como se dirigía a abrirla, nos fuimos con ella, en la foto siguiente.




Era un templo de grandes dimensiones y, para sorpresa nuestra, la señora se puso a cantar (tenía una voz potente) terminando con un «Ultreia». Cosas del directo. 


Obviamente, estamos en el Camino de Santiago y la esculturita en la iglesia lo constata.



Seguimos rulando, con visiones como las que ya hemos descrito, pero la de abajo de Jaime es suficientemente expresiva de cómo es la zona en primavera.


En un pueblecito posterior el servicio de intendencia volvió a demostrar su eficacia: vino, pan tierno, fiambre y demás. Un exitazo. 



Al lado, un peregrino recién jubilado iniciaba ese mismo día su peregrinaje caminando hasta Santiago. Hablamos con él ya que era español de origen, de Badalona, y de nombre, Manuel, pero llevaba en Francia desde hacía más de treinta años. Le ofrecimos un vino y nos confesó que nos observaba un poco alucinado: 12 españoles, con un coche francés hasta los topes y poniéndose morados de exquisiteces.

Reconfortado el estómago y ya con más calor (se nota, verdad) seguimos para completar los 12 km. que faltaban, aunque fue al menos uno más.


 En un cruce mal señalizado, nosotros y otros como nosotros, hicimos honor al chascarrillo ese de que la tostada cae siempre al suelo del lado de la mantequilla.
 




Elegimos la opción incorrecta y hubo que dar marcha atrás. No nos sentó nada bien.


Al punto de destino, Lectoure, un nombre un tanto curioso, llegamos allá por las 16,30 un tanto escangalladitos y con bastante calor, pero la villa reconforta: antigua, interesante y agradable. Parece ser que el nombre procede de un grupo de hombres los lectores, que se asentaron en el promontorio  y se decidieron por la anexión al Imperio Romano.



Y menuda catedral que luce.


Su historia es antigua y profusa, figurando como una de las villas galo-romanas de Francia, sede de obispos y residencia de los condes de Armagnac. Producto de ello, son sus numerosos monumentos y restos arqueológicos, de los que da buena cuenta un pequeño museo que visitamos al día siguiente. Ya en los siglos XVIII y XIX, la villa fue reconocida por ser la cuna de personas como el mariscal Lannes, estrecho colaborador de Napoleón.



Entramos bordeando un curioso cementerio aterrazado en el que prácticamente todos los difuntos gozan de vistas panorámicas.


El hotel, un edificio histórico de nombre de Bastard (no precisa traducción, supongo), hace honor al pueblo. Y las habitaciones, bien.


Tiene una especie de terraza entre las dos alas, y allí tomamos unas cervezas, reponiéndonos de la caminata.



El restaurante del hotel tiene cierto renombre gastronómico y fue sin duda la cena más chic: una mesa amplia para los 12, camareros exclusivos (sirviendo pan en pequeñas dosis, el vino, ese ritual que agota un poco), un salmón marinado de cine de primero y de segundo la carne de abajo, rica.


Y Alfonso, dejando el selfie sobre el espejo para la posteridad.


El pueblo lo recorrimos esa tarde... y a la mañana del día siguiente. Tan a gusto estábamos, que nos autodimos un golpe de estado.



Decidimos que si bien pensábamos acabar en Condom, nada impedía hacerlo en Lectoure. Total, al día siguiente íbamos a andar y a la llegada salir en taxi pitando para Toulouse. Como el punto de llegada debe ser, por fuerza, el de partida del siguiente tramo, no cabía duda que Lectoure y, por añadidura, el hotel de Bastard, era una buena opción para empezar en otra ocasión. Aprobado general a la propuesta. Por tanto, negociamos con un taxi local y la mañana del sábado se nos fue en revisitar Lectoure, en plan relajado.
 

Y el caso es que parece ser lo mejor que pudimos hacer ya que el tramo de más de 30 kms del Camino de Le Puy entre Lectoure y Condom está incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, porque, entre otras cosas es donde se junta con el camino tradicional que viene de Vezelay, razón de más para dedicarle una caminada pausada y sin prisas.


Aquí siguen imágenes de la localidad. Y abajo,una casa de nombre peculiar.


Castillito de los clarinetes. ¿Por qué será?  Fijaros en las columnas que enmarcan las ventanas... son trompetas alargadas aunque la foto hubiera necesitado un poco más de altura, pero se aprecia. Y así eran todas las del inmueble.


Así que nos fuimos a la cama sabiendo que la andaina de este año había tocado a su fin y que al día siguiente por fin íbamos a poder pasear por Toulouse. Tres años recalando allí y no lo conocíamos. Nos quitamos la espina.