Mañana radiante, de encargo, en la que tras desayunar con mermeladas caseras y pan fresco y cruasanes (ay, ¡qué ricos son los cruasanas en Francia!) nos disposimos a iniciar la marcha. Antes posamos en la puerta de la granja con nuestros hospederos, David y Kristelle, segundo y tercera por la izquierda. Muy majos.
También fue preciso cuadrar el círculo, esto es, distribuir la impedimenta en nuestro coche, que pese a ser grande tenía sus límites y era nuestro problemilla diario.
El día era nuestro: hacía sol, de mañana una temperatura excelente,
agradable, aunque después llegaría a ser algo excesiva para caminar, hasta 23º. Pero
al punto del día, pasadas las nueve, todo un lujo.
Y a continuación, a saturar los sentidos de buenas vibraciones: llanuras cultivadas, montañitas de bosque y tranquilidad y silencio, mucho silencio.
Hay momentos en que se logró el éxtasis del paseante: el cuerpo por un lado, ejecutando las funciones mecánicas de moverse, y la mente por otro, libre y divagando.
Avanzada la mañana llegamos a Montcuq, un pueblecito agradable presidido por una gran torre.
Sin duda hubiera merecido una visita, pero solo entramos en la iglesia (arriba) y callejeamos hasta la plaza.
Descansito, cañita y de nuevo a la ruta.
Salimos con la "suerte" de que el camino, que oficialmente, como todos los días, iba a ser más bien planito, sorprendía con cuestas y pendientes que no esperábamos. A cambio, sombrita bajo los árboles, lo que casi compensaba.
En un momento dado nos encontramos una pareja de burros, esos animales cada vez más escasos. Realmente chulos. Tanto, que alguien del grupo se empeñó en darles unos caramelos. Ante el rechazo del resto la persona en cuestión (que no debo identificar) insistía e insistía, para al final dar con el argumento que justificaba su pretensión: «¡Si son sin azúcar!». Sin comentarios.
Buscábamos un segundo pueblo donde hacer una parada pues el calor iba haciendo mella, pero no tuvimos suerte. Atravesamos Rovillac y luego Montlauzun, pero eran muy pequeños y carecían de bar o similar.
Desconcertados ante semejante falta de iniciativa empresarial cara a los paseantes/peregrinos, tiramos de árbol y bajo su sombra nos acogimos. Algunos del grupo iban pertrechados con frutos secos y, gracias a ellos, nos los comimos para reponer, siquiera mínimamente, las fuerzas.
Pero como poetas los hay por todas partes, uno de nuestros fotógrafos de cabecera decidió ensayar una imagen primaveral pensando en los "maios" de su natal Redondela.
Despues, vuelta a hacer camino al andar, a seguir viendo campos cultivados y balsas de riego (estaban por todos lados, como la de la imagen inferior al fondo), algunas tan grandes que semejaban lagos.
Nuestro destino era Lauzerte, ciudad histórica en la que habíamos hecho una reserva en la Gîte de Figuiers, una especie de albergue con habitaciones dobles con baño que nuestros hospederos del día anterior nos habían dicho que estaba bien. Desde abajo, el centro medieval de la cité ya nos enviaba buenas vibraciones.
Cuando después la recorrimos, comprobamos que estaba en un alto, en su día bien amurallada, y con forma elíptica. A algunos nos recordó una villa italiana de la Toscana que conocemos bien, Lucignano, de estructura parecida y configurada en torno a dos calles que la circundan. En cualquier caso, y no es por desmerecer, la italiana es aún más impresionante y eso que Lauzerte no está nada mal, como comprobamos tras recorrerla.
Siguen una imágenes para que os hagáis una idea.
El puntazo final, al llegar, fue la cuesta de subida al albergue y al pueblo ya que sigue la tradición de situarse en un alto. Un kilometrito puñetero después de un día de marcha, pero no hay mal que una buena ducha no repare. Sin embargo esta vez optamos por instalarnos y de inmediato volver a subir un poquito más para llegar al centro del pueblo, dejando la ducha para después. La recompensa fue la Place des Cornières, algo así, traducido, como la Plaza de las Esquinas.
Una chulada. Allí tomamos unas cañas en el bar de la terraza. Repetimos varias veces y casi nos hicimos amigos del encargado (es un decir). Observar en la foto superior como el suelo parece que se levanta en la esquina izquierda....
...No es un defecto de diseño o de construcción, es una gracieta de alguien que tenía poder para decidirlo y que se ha convertido en una atracción. Realmente curioso.
A la hora que se tomaron las fotos había poca gente, pero lo habitual es que la plaza esté llena.
Se aprecia sin esfuerzo que se trata de una villa de más de mil años de existencia.
Y mientras tomábamos las cervezas, el objetivo de siempre: no elevar tanto la voz como lo hacemos habitualmente al charlar en grupo. Vano intento, casi nunca lo conseguimos. Sentimos que molestamos a los demás, pero debemos llevarlo en los genes de una educación incompleta.
Y antes de ir a cenar, la foto con un coche despampanante que no sabíamos qué hacía en la plaza.
Las calles de Lauzerte, con un saborcillo muy medieval y pequeñas tiendas de artesanía, un lutier, una tienda de amigos de los gatos...
Muy curiosas estas imágenes de hierro forjado en los muros.
Hay que fijarse en la figurita con el enorme pie de la siguiente foto.
Muy curiosas estas imágenes de hierro forjado en los muros.
Hay que fijarse en la figurita con el enorme pie de la siguiente foto.
Nuestro alojamiento del día, resultó ser altamente recomendable: Las Higueras.
De hecho nos dieron en la cena unas salchichas con salsa de higos, muy rica. La siguiente es una imagen de la recepción, sencilla pero suficiente. Al llegar, después de la cuesta, el hospedero nos ofreció agua fresca con aroma de violetas y unas galletas. A diferencia de los otros sitios donde nos alojamos este era propiamente de peregrinos y ese saborcillo nos sigue resultando muy atrayente aunque nos hayamos aburguesado un poco con coche escoba y demás por circunstancias de la edad.
Y la cena que nos dieron fue muy digna, máxime teniendo en cuenta que pagamos 35 euros por media pensión, un precio supercompetitivo. Los de las individuales un poco más, como todos los días, pero claro, usando la doble para una sola persona. Porota y Jaime pagan el plus de viajar en plan single. Este es el albergue
Y esta la vista desde las habitaciones.
El menú fue parecido al del día anterior, con la misma salchicha y cambiando la quiche por pastel de pescado, aparte de sopa, quesos y fresas de postre.
No sabemos de que tipo de genes se trata pero estamos de acuerdo en el problema del tono y volumen de voz de los grupos españoles cuando alternan. A menudo nos hacen avergonzarnos. Ni justo ni comprensible. Afortunadamente (sentimos decirlo) y por movimiento pendular nosotros miramos de pasar inadvertidos hablando normal-bajo (en francés o catalán). Es desde siempre y no parece mejorar, al contrario. Parecen la Tuna en gira. Y si hay birras, un orfeón.
ResponderEliminarC.C.