sábado, 19 de mayo de 2012

(9) Espalion-Golinhac (29 km.)

Cerramos el recorrido 2012 con una etapa interesante en la que todo salió muy bien: el tiempo, el paisaje, las cuestiones artísticas y el cronograma. El día fue magnífico y no caluroso, el panorama espectacular, la iglesia de Bessuéjouls espléndida y Estaing una joyita y cumplimos el horario con creces pese a la dureza de un ascenso matador. De entrada, nos hicimos la foto en la salita de estar del hotel Moderne para variar ya que era más acogedora que el entorno circundante.



De camino a la salida de Espalion retratamos las ruinas del castillo medieval de Calmont d'Olt que sobre un alto preside la villa. Debió ser potente.



En cosa de 45 minutos nos pusimos en Saint Pierre de Bessuéjouls, una iglesia del siglo XII de cuya existencia nos había advertido un amigo catalán que ya hizo el camino y que sigue este blog como un auténtico fan. Realmente es una maravilla, aunque estuvimos a punto de no poder verla. Estaba cerrada, había un cartel sobre el régimen de visitas y nuestro gozo casi en un pozo. Finalmente, Ana encontró un timbre que al pulsarlo abría la puerta, y accedimos al interior.




Es de dimensiones modestas, pero muy interesante.



Cuenta con dos angostas, pero muy angostas, escaleritas que permiten acceder/bajar a la parte superior, donde hay un pequeño altar en una así llamada "capilla aérea". La recorrimos a conciencia y disfrutamos con sus capiteles y con el arte románico. Una preciosidad.







Poco después nos topamos con esta curiosa estatua. También entramos, a unos cientos de metros de la iglesia, en la Domaine D´Armagnac, una antigua casa agrícola reconvertida en casa rural. Nos  colamos ante la atenta mirada de quien nos pareció una usuaria del albergue..., pero no, era la propietaria. Charlamos unos minutos con ella antes de irnos.



El reinicio del camino nos deparó una pronunciada cuesta que nos hizo sudar, pero la verdadera cuesta vendría más adelante.



No obstante, también disfrutamos del camino con algunos tramos en los que llaneamos.





Y entre macizos de flores silvestres y muchos bosques de robles con abundantes arbustos y árboles de boj llegamos a Estaing, pueblo al que sin duda está vinculado el expresidente francés Valery Giscard D´Estaing.



Es una urbe histórica muy conservada, en la que destaca su imponente castillo.



Y como no, su puente medieval de acceso.





No obstante, dejar constancia de que hay más puentes ya que el pueblo está rodeado por dos ríos.



En esta preciosa villa hicimos algo de turismo, se modificaron los grupos y recuperamos a Jaime, que iba delante pero sufrió un pequeño despiste. 
También compramos algunos dulces, para probarlos y también para llevar a casa.


En la foto anterior, las chicas se dedican a ponerse crema protectora, ante la evidencia de que el sol puede apretar. En la siguiente una muestra de las preciosas vidrieras de la Iglesia de Saint Fleuret.



Paco y Juanma suben a visitarla.



Junto al río más pequeño algunas casas están literalmente colgadas. 





El lugar nos encantó y algunos se plantearon regresar a la zona en alguna ocasión, ya que, por falta de tiempo, no pudimos visitar el interior del castillo. 



Tras un largo y reponedor descanso, vuelta al camino. Llevábamos sólo 12 kilómetros y pensábamos que nos quedaban unos 14, pero como ocurrió otros días, al final la etapa se estiró o bien el GPS de Álvaro mide mal, que es lo menos probable. Eran sobre las 12,30 y teníamos margen hasta las 17.00 para coger en Golinhac el bus que habíamos alquilado.


Los bosques, hoy con muchos robles/carballos pero también castaños, fueron una agradable compañía. 

Al final comprobaríamos que en los siete días de marcha NO HABÍAMOS VISTO NI UN SOLO EUCALIPTO. 



Un gran consuelo y mucha envidia. Es posible vivir sin tenerlos cerca, algo difícil de imaginar en Galicia.


Y como es fácil comprobar, los fotógrafos iban muy pendientes de las flores silvestres que cada poco atraían a las cámaras.




En este tramo hubo el que quizás fue el peor ascenso de todos: unos 350 metros de desnivel pero salvados en muy poquitos kilómetros. Fue realmente duro y tuvimos que hacer un par de paradas.



Y con una hora de adelanto fondeamos en Golinhac, el pueblecito señalado para el final del recorrido. No había ningún local abierto y en pequeño super hicimos una compra para tomar un tentempié que nos supo a gloria. Nos instalamos en la terraza del albergue, cerrado hasta más tarde, y nos felicitamos de concluir el programa sin incidencia alguna y disfrutando a tope.


Había gente esperando que abriera el albergue (más bien un hotel) y Juanma pegó la hebra con un chavalito de Marsella que había tenido una novia de Vigo en una estancia en Londres. Tenía solo 20 años y dijo hacer el camino hasta Santiago para aclararse en la vida. Ni estudiaba ni trabajaba, por lo que recibió los consejos de rigor que supongo colocará en el almacén de las pelmadas de turno. Pero se le dieron.


Y luego, varias horas de bus para llegar a Toulouse, más de las previstas, por lo que la mayoría aprovecharon para echar un sueño reparador.





Entramos en Toulouse cerca de las nueve de la tarde y con lluvia, lo que nos impidió dar una vuelta como era nuestra intención salvo un par de intrépidas que quitaron horas al sueño para acercarse a la plaza central. Para la mayoría queda para otra vez. 




Este cartel estaba situado frente al albergue de Golinhac y el chico de la novia de Vigo me preguntó si era español. Andaba despistado ya que, pensamos, estaba escrito en occitano.

Y como una propuesta de futuro, la foto recuerdo que hicimos el primer día. En Golinhac las botas estaban un poco más sucias y gastadas, pero mereció la pena.



viernes, 18 de mayo de 2012

(8) Saint Chely d'Aubrac-Espalion (24 km.)


La salida de Saint Chely fue gloriosa: simplemente, diluviaba. Por la noche ya tuvimos alguna pista con la tormenta que descargó durante varias horas y al juntarnos en el hotel para desayunar el aguacero proseguía, a veces en forma de granizo. Pero claro, es lo que tiene pasear a fechas fijas, que si hace mal tiempo hay que aguantarse.



Así que tras algunos remoloneos, por aquello de si escampaba, al final nos pusimos en marcha tras una problemática foto en la que no nos atrevimos a pedirle a nadie que la hiciera. Hubiera sido una crueldad colocar a cualquiera ajeno al grupo en medio de la calle, por lo que Ana más o menos cubrió el expediente protegiéndose con un paraguas. Total daba igual, casi ni se nos veía bajos los plásticos.



En la salida del pueblo nos hicimos una foto en el puente, iniciando una jornada de puentes chulos, como se irá viendo. Lo mejor de todo es que, en cuestión de minutos, un día de perros (¿qué culpa tendrán los pobres perros, digo yo?) se transmutó en un día cubierto, sin más. Dejó de llover y pudimos irnos retirando las protecciones, pero el barrizal del camino no tuvo solución.




En este contexto de humedad el hayedo que encontramos a los pocos kilómetros, a veces con niebla, se revalorizó todavía más, y eso que no hacía falta.



Y poco a poco, como todos los días, empezamos a avanzar, con la alegría de que no hacía falta embozarse.




Otro rato después encontramos un curioso quiosquillo sin personal.



Bajo un techado en el pueblo en cuestión estaban colocados varios termos (agua, cafe y leche) junto a una caja de galletas además de azucarillos y tal. El mensaje, en varios idiomas, invitaba a consumir dejando como dádiva un eurito. Un primor para el caminante, siempre con ganas de encontrar la excusa para hacer un alto.


Junto al quiosco también se ofrecían palos a los peregrinos. Porota fue una de las que paró.



Y en la ruta, estimulados por el buen tiempo y el cafecillo, tuvimos un buen rato de cancionero, remedando quizás la fiestecilla del día anterior con los franceses.




A la mitad de la etapa, a 13 km. de la salida, llegamos a Saint Côme d´Olt, un pueblo histórico que teníamos previsto conocer en la medida de nuestras posibilidades. A la entrada, esta bucólica estampa.





Tiene un par de plazas relevantes y unas calles que las circundan de forma ovalada. En medio, su famosa iglesia con la cúpula retorcida. Es la gran atracción y encontramos un cartel que aludía a una asociación de ciudades con cúpulas similares. La monda.






Callejeamos, entramos en la Mairie (alcaldía o ayuntamiento), situada en un edificio histórico enfrente de la iglesia, cuyas vidrieras llaman la atención. Del Ayuntamiento, al abrir el portal, salió un gato blanco despendolado y hubo quien quiso engancharlo por considerar que era un funcionario que trataba de escaquearse...



Y por supuesto, entre vuelta y vuelta, descanso en las escaleras ante esta bella estampa de la fachada.



Hubo una cierta reunificación de los distintos grupos de paseantes, los que salen antes, los que avanzan más, los que han ido en coche y el grueso del pelotón, por simplificar. Unos optaron por comer de menú, otros de restaurante a la carta y los más por tomar una cervecita y reservarse para la noche. Y después, unos y otros, vuelta al camino.


La salida de Saint Côme también tiene un bello puente sobre el río Olt, cuyas márgenes seguiríamos para llegar a Espalion.



Hubo quien prefirió seguir la ruta oficial para concluir los 7,2 km. restantes, pero los que fuimos por el río disfrutamos de un paisaje agradable y sobre todo llano, a cambio de lo cual chupamos mucho asfalto.


Esta fue la salida de Saint Côme, con el puente sobre el Olt o el Lot, que de las dos formas vale, tanto sea francés como occitano.



La entrada en Espalion es espectacular.



El pueblo es relativamente grande y sobre el monte están las ruinas del antiguo castillo.


En Espalion, nos encontramos ya en el departamento francés del Aveyron, en la región del Midi-Pyrinées.


El Pont Vieux es del siglo XIII.



Parece que estas casas son unas antiguas curtidurías.




Dimos unas vueltas por el pueblo, en plan tranquilo, se hicieron algunas compras de delicatessen, e incluso hubo quien aprovechó para renovar su sombrero en plan dispendio total.

El puente es, con todo merecimiento, patrimonio mundial de la UNESCO.



Y después nos dirigimos a la búsqueda de nuestro hotel, de nombre, como no podía ser de otra forma, Moderne, teniendo en cuenta que se trataba de una instalación vetusta y muy demodé, pero no hubo protestas. Especialmente por su salón de la planta baja, muy de época, y también por la cena, que nos encantó: ¡por primera vez no tomamos carne!. Nos dieron ensalada con una especie de empanada, rica, de entrante, y luego salmón, estupendo, suavísimo, de segundo, con algunas guarniciones. Y de postre, como los demás días, dulce.
También hubo el segundo-segundo o el prepostre, como prefiráis, al que tan acostumbrados son los franceses: un surtido de quesos.




A veces te los traen servidos (3 o 4 pedazos de clases diferentes) o te presentan una bandeja con una docena de tipos, para que elijas. Una tercera opción es dejarte el muestrario y que cada cual se sirva. Lo correcto es pedir de tres, aunque si elijes un cuarto te lo ponen, y normalmente suelen ser pedazos generosos. En la foto, Juanma haciendo de repartidor en una de estas ocasiones.
Y al acabar nos fuimos pronto a dormir. Al día siguiente había que madrugar más, por aquello de garantizar que a las cinco de la tarde estaríamos en Golinhac, donde habíamos citado al autobús de vuelta para Toulouse. La gira entraba en su recta final.