Esta era sin duda la etapa reina de este año: De hecho estaban previstos 30 kilómetros y al final fueron 32. Bien, pues esos 2 km., una aparente nimiedad, fueron la diferencia entre llegar cansados o hechos polvo.
Además, aunque el perfil de la etapa era, en su segunda parte, más bien llano, al final no lo fue tanto en absoluto y no hicimos más que subir y bajar en plan bastante rompepiernas. Pero bueno, a la hora de posar en la plaza central de Figeac todavía no lo sabíamos.
Y, como casi siempre, fue salir y empezar a ascender hasta llegar a un mirador, lo que permitió hacer fotos panorámicas de la ciudad en cuestión, la magnífica Figeac en este caso.
Y a lo largo del día de nuevo vimos paisajes magníficos con la primavera enganchada ya de pleno en el paisaje .
A los pocos kilómetros nos topamos con Faycelles, otro pueblecito de cuento del que no teníamos noticias. Nos encantó y dimos unas vueltas para disfrutarlo. Unas casitas de piedra chulísimas, con árboles y jardincitos.
Y después, vuelta al campo y a sus construcciones.
Tras hincharnos de ver campos y prados sin cuenta, Manolo nos sorprendió con la reserva en un local donde disfrutamos de unas pizzas al semiaire libre (en la calle pero bajo techado). Comodidad y unas camareras monísimas que llamaron la atención a las mamás con hijos casaderos.
Y tras el refrigerio, a la ruta a sudar y a machacar los pies la mayoría cruzando bosques y paisajes muy sugerentes.
Hubo alguna parada técnica, entre otras cosas para poner algún parche en los machacados pies.
Casi al filo de las siete de la tarde, avistamos Cajarc desde las alturas a la vera del Lot.
Nos quedaba el último esfuerzo. Ya muy cansados y a falta sólo de poco más de un quilómetro, tuvimos el momento "manzana".
Nos quedaba poco más de un quilómetro en descenso.
Y en medio de la bajada, nos topamos con una especie de cueva muy curiosa.
Sólo nos dió tiempo a ducharnos y cenar en el restaurante del Hotel La Peyrade, donde nos distribuímos en dos apartamentos de cinco camas cada uno. La cena estuvo bastante bien pero la retirada fue temprana........
Sin derecho ninguno a la crítica sobre la resistencia al esfuerzo en una jornada de más de 30 km , sí que queremos resaltar que el espontáneo reconocimiento de la fatiga, tiene el indudable valor añadido de la sinceridad, que da un toque definitivo de realismo a vuestras interesantes crónicas. Un plus de autenticidad que el lector interesado y con ya algunas experiencias, agradece en sobremanera.
ResponderEliminarAunque por distintas razones cuya explicación no viene al caso, venimos estableciendo jornadas de entre 15 y 20 km a los sumo. Ello nos da mucha más cuerda para componer etapas que tienen (dentro de la perinola, claro) más de paseo placentero que de caminata exhaustiva.
Los 20 años quedaron muy atrás y no rendimos más cuentas que las que nos place. Competir con no sabemos qué, suele retirarnos el buen humor que es mercancía más que valiosa, imprescindible. El cansancio en grupo es motor posible de buenos malos rollos, además.
Y luego están, siempre, los pies. Que pueden dar al traste con el mejor de los ánimos y la más buena de las disposiciones.
Os vemos muy bien. Gracias por vuestro relato, seguimos. Un abrazo a todos.
C.C.