domingo, 13 de mayo de 2012

(3) Le Puy en Velay a Monistrol (31,2 km.)

Salimos de Le Puy "comnme il faut" que dirían los franceses (como es menester): desde la rue Saint Jacques, donde empieza el Camino Podiense.


El hotel estaba a un par de kilómetros en otra dirección, pero nuestro magnífico chofer, Manolo, se portó. Él no anda, bueno, andar anda, pero huye de las caminatas como gato del agua caliente; aún así hizo tres viajes y nos colocó a todos en el punto de salida, donde hicimos la foto oficial.Y a partir de aquí, a trotar durante una semana. 
La salida nos recordó, afortunadamente de forma más bien lejana, la de Saint Jean de hace unos años, la única etapa francesa que hicimos para llegar a Roncesvalles, y que empieza con una cuesta eterna y cuasimortal.




Éso, cuesta y prados y más prados, un paisaje que iba a ser nuestro compañero de estos días, y que con la primavera avanzada es todo un lujo.



La identificación del camino no es mala pero tampoco tan excelente como la del camino francés en España: si la sigues con atención no e pierdes, pero si te despistas hay riesgos, como algunos comprobaríamos esta misma jornada.



Éso, campitos de hierba, florecitas y vacas, muchas vacas, junto con pueblecitos bonitos, chulos y también normales, que a diferencia de los nuestros han aprendido a guardar, disimular y alejar de la vista del paseante los útiles de labranza y los trastos no usados. Todo un logro.



De entrada salimos con fresco, olvidándonos del calorazo del viernes en Lyon. Según avanzaba el día con el sol en lo alto pudimos quitarnos chaquetas y refuerzos textiles, pero el viento era pelín jodón, y cada rato era preciso cambiar de atuendo. Por este motivo nos despistamos y hubo quien se quemó cara, brazos y hombros.



A la tranquilidad del camino y junto a la presencia de abundantes peregrinos, el paisaje y el silencio de la mayor parte de la etapa nos permitió sumirnos en ese sopor del peregrino/paseante, según cada cual, que da fuerzas para seguir adelante pese a que para el primer día ya íbamos a superar la treintena de kilómetros, más algún extra de algunos, pero mejor no adelantar acontecimientos.





Habíamos hecho una parada técnica en Saint Cristophe sur Dolaizon, pero un poco más adelante decidimos reponer fuerzas en Monbonnet, a 17 km. de la salida, donde se nos unieron los refuerzos que viajaban en el coche con Manolo y las mochilas. 


Degustamos unos bocatas fastuosos, a los que nos iríamos acostumbrando, con un pan merveilleux, una de las señas de identidad del país.


Es cierto que a los dos taberneros les volvimos un poco locos pidiendo cada uno por su cuenta, y también acabamos con las existencia de pan, pero bueno, los puntos cero son interesantes para los periódicos y supongo que igualmente para la hostelería.

Y lo dicho campos, sol, silencio y un rato de llaneo que vino muy bien.






Hasta llegar a San Privat D´Allier fue uno de los momentos mágicos del día: los campos sobre colinas ondulantes eran enormes y todos llenos de flores, todo ello en un mediodía suave y con pocos síntomas humanos . De cine. Las imágenes inferiores son la prueba.




En San Privat hubo otra parada, que en eso no escatimamos (no tenemos otra obligación en el día que hacer la etapa) y allí Marien decidió sumarse al camino, lo mismo que Paco, para llegar al final. 
En días sucesivos lo hicieron al chou, junto con Ogadenia, según los gustos de cada uno de ellos. De esa manera reforzamos el pelotón de andarines, aunque Manolo nunca quedó solo del todo, mochilas aparte.



Esta es una vista de Saint Privat d'Allier,un pueblecito encantador.



Quedaban siete kilómetros hasta Monistrol pero a un grupo de tres se les hizo eterno. El plano advertía que era un descenso vertiginoso (más de 300 metros) y lo fue, con un suelo pedregoso y difícil.



Con Monistrol a la vista estos tres (los últimos del pelotón) comprobaron que el camino los alejaba, aunque luego de una gran vuelta retornaron. Hubo alguna incidencia más (unos tres kilómetros extras...) pero al final llegaron al hotel Le Pain de Sucre un pelín más cansados de lo prcvisto, pero nada más.

El establecimiento estaba bien, sus encargados eran amables y la cena cumplió sobradamente las expectativas. Eso era una duda de la organización: por un precio de 50 euros persona por habitación doble, cena y desayuno en Francia nos temíamos lo peor, pero fue bien: entrante de ensalada, jamón y fiambre frío, más un jarrete a la bourgignone realmente rico y un postre de tarta de manzana sabroso. Al día siguiente el desayuno fue aceptable. Qué más se puede pedir.
En la imagen inferior, una de las habitaciones.


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