miércoles, 16 de mayo de 2012

(6) Aumont Aubrac-Montgross. La Irlanda del sur (25 km.).




A la hora en punto, esto es, sobre las 9.00 todos los paseantes listos en sus puestos. Las condiciones parecían favorables y no sabíamos en ese momento cuán equivocados estábamos. Nos trataron muy bien en el Hotel Prunières.




Igualmente en su puesto nuestro aguerrido chofer, que tantos y tan buenos servicios nos está prestando.



Y al poco de salir de Aumont-Aubrac, donde desayunamos la mar de bien, unos burritos realmente encantadores. Hemos visto muchos, siempre sueltos en fincas enormes en lo que para ellos debe ser la maravilla de las maravillas de la existencia.




Y al hacer la primera de las paraditas ya empezamos a sospechar que el viento constante, casi siempre de frente y siempre muy frío, cortante, no iba a desaparecer. Poco a poco todos nos fuimos equipando con lo posible, que no era lo deseable, pero era lo que había.



Salieron a relucir los chubasqueros, quien tenía guantes los utilizó, lo mismo que pañuelos, chaquetas y hasta bragas de cuello convertidas en sombreros. ¡Caray qué frío hizo todo el día!. Esas teorías de que andando y con cierto abrigo no se pasa frío quedaron anuladas. Cada vez va quedando menos.


En todo momento hizo sol o estuvo cubierto, no hubo riesgo de lluvia, pero no conseguimos entrar en calor. Además, el aire molestaba y provocó grietas en los labios de varios de los paseantes sin que los protectores labiales sirvieran de mucho. Al día siguiente ofrecerían peor aspecto todavía.



Y en un momento del día Alfonso y Juanma hicieron una demostración de sus habilidades para el desfile montañero/militar, recordando quizás su llegada el día anterior a Aumont Aubrac, de tan nefandas consecuencias. Pero no me preguntéis cuales que lo que ocurre en el camino se queda en el camino, como ya sabéis los lectores habituales



Y lo dicho, gorritos y guantes como aditamentos forzosos para quienes tenían la suerte de tenerlos. Entre ellos Susanita y Paco.


Y Porota, Montse y Alvaro.



En una de las paradas de avituallamiento, en una "gite" donde tomamos unos cafés, este curioso letrero. No estamos seguros, pero pensamos que el significado viene a ser: "No está permitido llevar los crucigramas (al WC) durante las horas punta", lógicamente los del periódico. Sorprendidos quedamos.



Y a partir de aquí empezaron los grandes paisajes con vistas impresionantes, casi siempre libres de árboles, que caracterizan al Aubrac, y como estábamos entre los 1.100 y los 1.200 metros de altura, pues fresquitos. 

Nos recordó Irlanda...un paisaje agreste, inmenso y un punto sobrecogedor.


Y además de los burritos , el espectáculo del día fueron los terneritos con sus "mamás". Estaban en muchas fincas en grupos de varias vacas recién paridas con sus criaturas, todos la mar de tranquilos. 
Hubo a quien le entró mala conciencia y barajó, verbalmente, la opción de declararse vegetariano, pero la cosa no fue a más, y a la noche tuvimos de nuevo carne para cenar. 


Ah!, y en uno de los grupos estaba una vaca que había dado a luz (que fino, o sea que había parido) mediante cesárea y tenía un hermoso costurón en el lomo.


Y el páramo cada vez más extenso e inmenso. Hubo quien pensó en Cumbres Borrascosas y los parajes desolados que en la novela se describen.


Poco antes del refrigerio de la fruta, del que ahora hablaremos, Alfonso imortalizó un espejo de carretera.



Y es que a estas alturas ya nos pesaba tomarnos todos los días al mediodía unos bocatas enormes de queso ya que de noche de nuevo suele haber queso, y siempre en cantidad. Por eso le encargamos a los del coche una compra masiva y nos zampamos en un descanso varias piezas de fruta por barba. Nos supieron a gloria con la ventaja de que luego a la hora de cenar tuvimos más apetito.






Disfrutamos de lo lindo con el paisaje, del que no merece hacer más disquisiciones ya que las imágenes son suficientes.



Y como se puede apreciar, bien abrigaditos pese a estar en las horas centrales del día.



Y las flores (narcisos al parecer) onmipresentes. El único cultivo de esta zona son las vacas y los grandes prados con pastos, todos repletos de florecitas silvestres.


A unos pocos kilómetros de la llegada, este imponente puente, aparentemente grande para el río que vadea, pero un cartel poco antes advertía en la carretera a los conductores que transitaban por una zona inundable. O sea, que a veces crece y se desborda.


Sobre el puente, una cruz de hierro forjado, como muchas de las que jalonan el camino.


A media tarde llegamos a La Maison de Rosalie, la casa rural en la que habíamos reservados habitaciones con media pensión, la cena y el desayuno del día siguiente. 


Estaba muy bien y completa hasta el domingo siguiente, según explicó su propietaria. El pueblo eran apenas cuatro casas mal contadas, dedicado a la ganadería.




Nos dio muy bien de cenar, aunque a las once nos obligó a irnos a la cama. 


Teníamos un follón montado jugándonos a los chinos las copas.


La tarde la pasamos en la terraza, tomando cervecitas artesanales (riquísima la Biere Vivante Blondede L´Aubrac), pero el precio de 4 de euros la botella de tercio nos pareció caro, casi clavada por estar en un pueblito aislado donde no hay bar alguno ni nada parecido.


Al día siguiente repetimos en un pueblo del camino, grande y con alternativas, y el precio fueron 3,5 euros, o sea que es cara de verdad.
En la foto siguiente, Ogadenia consiguió mantener quieto a un gatito revoltoso que había en la casa.



2 comentarios:

  1. Con ese paisaje,y con tanto fromage,mejor seguir de viaje.Porque aqui no estamos helados ,pero entre banqueros y politicos nos estan dejando acongojados.Así que a pasarlo bien y adisfrutar.
    Rafa

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  2. L'Aubrac es un territorio, a caballo de varias comarcas, départements, de una calidad soberbia, bellísimo. Con un clima a menudo extremo y apabullante. Y con frecuente mala leche es este aspecto. Estando en lo que estamos y con la que está cayendo, es un auténtico paraiso perdido. Afortunadamente en Españistán tenemos un gran surtido de arcadias tipo Aubrac y de las que hay que hacer una mínima propaganda. O ninguna. Os vemos muy bien, muy enteros y jolgoriosos. Nuestra etapas rondaban los 20 km, a lo sumo 25. Taxi viene, taxi va. También es verdad que dedicamos bastante tiempo a las iglesias y al románico en particular. Sin caer en ningun papanatismo (creemos) este tipo de Francia, sauvage et aménagée a le même temps, nos encanta. No es lo mismo que en Iberia, hay que reconocerlo, claro. Seguid disfrutando. Ánimo y un abrazo a todos. C.C.

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