lunes, 14 de mayo de 2012

(4) Monistrol-Domaine du Sauvage (35Km)


Sol luminoso y fresco para encarar la segunda etapa, que también era la más larga y continuación de la primera, la mayor de todas. En otras palabras, que empezamos con fuerza, aunque se debía a que no había otro remedio.



Antes de empezar colocamos las mochilas grandes (llevamos una pequeña para las cosas del día, chubasquero y demás) en el coche de apoyo, evitándoles a Manolo y cía el coñazo de transportarlas todas.



En Monistrol atravesamos el puente que da acceso al casco urbano (nosotros hemos dormido en la periferia, aunque muy cerca) que construído en su día, finales del XIX por Eiffel y está impecable.



Y luego, ascenso, ascenso y más ascenso. Monistrol pronto empieza a quedar abajo, muy abajo, hasta que desaparece. Ascendemos más de 400 metros en menos de 7 kilómetros.



Y de nuevo la campiña, espléndida aunque casi empieza a no llamarnos la atención.





Y, claro está, campiña y paisanos, como esta señora tan peculiar.


Pasados unos kilómetros hicimos un alto en un negociete creado y pensado por y para los peregrinos. Lo atendía un discapacitado en silla de ruedas, que te ofrecía bebidas, te señalaba el frigorífico del que cogerlas y cobraba quizás un poco más caro que los demás. Tenía un pequeño espacio en el que descansamos y teorizamos sobre gatos y garrapatas al hilo del felino del señor. Temas de caminantes que no tienen otra cosa que hacer que andar, hablar, disfrutar y relajarse.



Y vuelta a la dura senda.




A la entrada de Saugues, esta curiosa escultura y la polémica: ¿Es un perro? ¿O acaso un cocodrilo? ¿No será un animal prehistórico? Son las opciones que barajamos y todas erróneas. En el pueblo certificamos que se trata de la Bête de Gevaudan, un animal mítico al que le han dedicado un museo.


El pueblo es interesante, vimos por fuera la torre del inglés y la anexa iglesia en la que una de sus vidrieras está dedicada a Santa Benilde, para gran alegría de nuestra compañera de caminata Beni, Benilda. 


Poco después descubrimos, al ver la tumba, que se trata de Santo Benilde, un varón.


Y en los alrededores, muchas más esculturas en madera, como está simpática de un lavadero con labriega dándole al frotar que llamó la atención de Álvaro.



Y un poco más adelante, una de escalada. Junto a esta torre uno del grupo, no voy a identificar ya que se trata del que escribe, decidió ascender a la torre por la roca para entrar por una puerta y sorprender a los demás, que estaban en el lado contrario.


Hubo algún problema que no voy a detallar, no llegó arriba, optó por bajar pero la cosa no funcionaba, tuvo que tirar la mochila y, ante lo apurado de la situación (pese a las risas ignorantes de los espectadores-caminantes) fue rescatado con habilidad por Álvaro,

Apretaba el calor, llevábamos muchas horas, creíamos que quedaba poco e hicimos una parada.


Pero no estábamos en la onda. Cuando creíamos que nos quedaban dos kilómetros tomamos una cerveza en una casa-bar de las del camino, aquí y en España, y la paisana nos juraba que quedaban cinco . Y lo peor es que estaba en lo cierto. Y ademas eran de subida, aunque afortunadamente por un hayedo precioso.




Cansados, mucho, no llegamos hasta las siete de la tarde, diez horas después de la salida, con paradas varias, por supuesto, pero hechos unos zorros. Y el GPS del ifon de Álvaro implacable: habíamos hecho 34,8, que ya le llega. Eso sí, el sitio lo merecía: un megaalbergue en medio de la montaña, a 1.050, rodeados por un lago y praderas. Observar el humo saliendo de la chimenea nos reconfortó gratamente.


Teníamos habitaciones de dos y de grupos, y en el exterior hacía un frío que pelaba.



Lo sabremos a las once después de cenar, cuando tuvimos que correr al otro edificio.


La cena estuvo bien (sopa de tomate, guiso de carne con guarniciones, variados de quesos y postre dulce). Con nosotros cenó un suizo que aparece en la foto. Tenía 26 años, iba a Santiago y más tarde de viaje por seis meses a Argentina. Como despedida, la escalera de acceso al restaurante del albergue, que estaba muy concurrido.

2 comentarios:

  1. Mú chulos los campitos!! aunque me parto con el escalador desescalado que parece querer imitar al (gran) Jesús Calleja.

    Muaaaa

    ResponderEliminar
  2. ¡Felicidades! Y nuestra admiración. Que no haya daños colaterales después de las muy duras etapas, contradice, felizmente, estadística y aritmética elementales aplicadas a un batallón tan numeroso. Su aguerrido y excelente aspecto ayuda a comprenderlo. En Saint Alban sur Limagnole hay un buen manicomio (palabro socialmente incorrecto) y con simpáticos huéspedes que callejean confundidos entre peregrinos. Que cunda el ejemplo. ¡Ánimo! Y protegerse del aligot S.V.P.

    C.C,

    ResponderEliminar

¿Alguien quiere decir algo?