jueves, 2 de mayo de 2019

(30) Fichous Rioumayou-Argagnon (28,5 km)


Jean Michel y "Chicou", su enorme mastín del Pirineo (50 kilos), muy manso, nos acompañaron en la foto de inicio de la jornada junto al pozo existente frente a la vivienda. Fuera de uso, ahora es un valioso elemento decorativo, especialmente por su cubierta.


"Chicou" está acostumbrando a que diariamente lleguen peregrinos que al día siguiente se marchan y a los que no vuelve a ver, como fue nuestro caso, pero casi nos dio la impresión de que le daba pena que nos fuéramos, quizás porque le habíamos acariciado más que la media.


Es segundo día de ruta y todo va más rodado, especialmente la colocación de las maletas. Eso una vez que los expertos han concluido cual es la distribución más adecuada, tema habitualmente peliagudo y origen de sesudos debates. En Nueva Zelanda se estudiaron todas las posibilidades y cuando se consensuó la más conveniente se fotografió para que no hubiera dudas. Aquí no llegamos a semejante nivel, posiblemente porque había más espacio.


A las nueve, hora adecuada y nada excesiva, estábamos listos para partir.


Al poco de salir,  en Larreule, la primera localidad, un trampantojo llamó nuestra atención. Desde unas decenas de metros todos creímos que era una realidad ya que los autores habían colocado la base de la ventana y contras. Una buena jugada.


Los primeros kilómetros fueron un descenso bastante pronunciado, pero pronto se estabilizó el terreno y así seguiría hasta avanzada la etapa, con bastante asfalto.


En una recta en la que forzosamente había que compartir carretera con los vehículos, aunque había muy poco tráfico, la Dirección General de Tráfico francesa había colocado una advertencia para nuestra seguridad.


La siguiente novedad fue un área de descanso construida con tablones y palets en un marco idílico bajo árboles.

Un chill-out en el camino

Agradecidos, echamos allí unos minutos de merecido descanso ya que al cansancio se sumaba algún problema de salud (una diarrea, un tobillo lastimado). Por lo demás, el día discurría atravesando una zona plana entre campos de cultivo con gente laborando con tractores, bosquecillos y una temperatura muy agradable. Mantuvimos un ritmo alto y en unas dos horas estábamos en Pomps, a once kilómetros de la salida. Allí hicimos una parada junto a la Mairie (alcaldía), donde utilizamos un baño público (algo poco habitual) y de paso repusimos fuerzas. El tobillo de Alfonso mejoró con un spray de hielo sintético que utilizan los deportistas que el previsor Álvaro llevaba en su mochila. Es el mismo que usan en los partidos de fútbol para que el jugador afectado pueda de momento seguir en el campo; otro tema es lo que ocurra después. 


Mientras tanto, el equipo de aprovisionamiento nos enviaba fotos de su tour turístico mañanero.


En Pomps una pequeña escuela pública se anunciaba con unos lápices gigantes verdaderamente llamativos.


Seguimos la ruta entre paisajes no espectaculares pero si agradables y tranquilos, lo que sería la tónica de la semana hasta llegar al País Vasco francés, donde serían más llamativos. 


Nuestra idea era llegar hasta Arthez de Béarn, para lo que restaban aún una decena de kilómetros. Las horas de marcha empezaban a pasar factura y llegamos a esta población sobre las dos bastante cansados. Desde un rato antes hacía calor y la entrada del pueblo es una larga travesía de calles hasta el centro que se hace eterna.


Cerca de Arthez nos encontramos con esta singular capilla, denominada Notre Dame, y su no menos singular cubrimiento sobre la ventana del campanario.


El aprovisionamiento cumplió las expectativas y en los bancos de un mirador nos derrumbamos a comer. Pan excelente, vinito, fiambre, tomates, queso, fruta, todo un paraíso para los sentidos.


Repuestas fuerzas, seguimos con la ruta para los ocho kilómetros restantes.


Sobre las cinco de la tarde alcanzamos el destino tras un paseo cómodo entre árboles y muchos campos con flores. En Argagnon nos recogió la furgoneta para acercarnos hasta Orthez, a unos 8 kilómetros. A la hora de planificar las etapas no fue posible dormir siempre al final de la caminata, a veces pueblos pequeños casi sin alojamientos. Disponiendo de coches, no fue problema.

Le Moulin des Sens
Nuestro alojamiento era un antiguo molino, Le Moulin des Sens, que había sido rehabilitado y cuenta solo con cuatro habitaciones dobles. Por ello, tres personas del grupo pernoctaron en un hotelito, Kiryad Orthez, aunque cenamos todos juntos en el molino.

El molino tiene cuatro habitaciones dobles

Era el alojamiento más caro de toda la semana y solo llevaba un año funcionando. Sus propietarios, Christelle y Vincent nos dieron un trato exquisito.

El jacuzzi nos recordó a los onsen-quita-agujetas

Algunos disfrutaron del jacuzzi y la sauna, que tuvieron efectos realmente reparadores, como pasaba en Japón con los onsen, y a la hora prevista estamos todos listos para la cena, que prometía.

Fueron 30 € pero la cena resultó exquisita y abundante

Estaba contratada expresamente ya que de otra forma no dan comidas, aunque Fely se la perdió debido a sus problemas estomacales. Tras un aperitivo con vinco blanco y tostas de foie (aunque algunos del grupo tiene vetado este producto por motivos obvios), nos sorprendieron con rollitos de pato con canónigos, una receta vasca de carne de ternera con patatas, seguida de queso y un postre, una especie de mousse con una magdalena rectangular casera, todo realmente rico.
La velada continuó con el habitual chinchimonis en un salón anexo reforzados con unos licores de cerezas y arándanos con los que nos obsequiaron. Tras ello, a la cama con la incógnita de si al día siguiente se cumplirían las previsiones de lluvia.

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